Cada uno de nosotros posee al menos un poder, ese poder que dirige nuestra vida y que tiene que ver con la libertad y el respeto, es el poder de decidir.
Casi sin darnos cuenta continuamente estamos decidiendo, a veces sobre cosas cotidianas (me pongo camisa blanca o azul, desayuno antes o después), otras casi inconscientes como el hecho de poner un pie delante del otro para andar; y otras importantes, y éstas son las que van escogiendo caminos, aquellos que nos llevan a vivir, de una forma o de otra, y por supuesto a aprender.
Antes de ejercitar ese poder, siempre hay un conflicto que es el que nos obliga a tomar esa decisión. La forma de afrontarlo es crucial y el ejercicio de ese poder es determinante para el presente y el futuro de nuestra existencia. Parece muy rotundo, pero realmente lo es.
El hecho de decidir de una forma consciente y responsable también requiere tener toda la información posible. Esa información se nos revela a través de nuestros propios filtros o mapas de pensamiento sobre las circunstancias y procesos que han llevado a ese conflicto, en el que igualmente se encuentra la solución. Pero, ¿por qué no la vemos?, pues porque la tenemos demasiado cerca, como cuando intentamos leer algo a un centímetro de distancia, y también porque nuestros procesos mentales son los que una vez tras otra nos llevan a la misma falta de entendimiento. Por eso la mediación integradora nos ayuda a desestructurar esos procesos y encauzarlos para hallar esa solución escondida.
Por otra parte, a veces no somos conscientes de que esa información nos pertenece, de que somos mejor que ninguna otra persona los que sabemos qué decidir, qué hacer, y además obviamos este poder de decidir, y cometemos la costumbre incoherente de trasladarlo a una tercera persona que no tiene ni el 10% del conocimiento que debe poseer para tomar una decisión, con los riesgos y consecuencias que genera para nuestra vida. Decidimos que decidan por nosotros, valga la redundancia, con toda las carencias que ello conlleva y sometimiento a sentencias u otras resoluciones judiciales que nada tienen que ver con lo que necesitamos.
Por ejemplo, en un divorcio contencioso judicial transferimos el poder de decidir sobre nuestra propia vida a una persona extraña, el juez o la juez, ajena a las circunstancias y emociones que nos acucian, y que sólo posee el conocimiento de la realidad desajustada y limitada de las versiones traducidas jurídicamente por la defensa de cada una de las partes.
Poner paz y entendimiento depende de nosotros mismos. Tú tienes el poder de decisión sobre tu propia vida, tú mejor que nadie sabes lo que quieres, y cómo lo quieres, tú conoces tus circunstancias, lo que sientes y conoces tus intereses, tú tienes todas las cartas para jugar con ellas y el proceso de mediación te permite que lo hagas con la ayuda de una persona profesional de la mediación que te ayude a salir del ciclo que te lleva al conflicto para ver y encontrar el camino que realmente necesitas.
Con la Mediación se evita la pérdida de tiempo, así como el desgaste emocional y económico, que supone afrontar un conflicto a través de los tribunales, ya sea un divorcio, ya sea en la empresa, dentro de la empresa, económico, personal, etc.. Si se trata de una separación o divorcio además previene todas las consecuencias negativas que puede suponer para los hijos/as, como los sentimientos de culpa, inseguridad, conflicto de lealtades, manipulación, etc. El optar por el entendimiento a través de la mediación no sólo les proporciona seguridad y confianza, sino que supone todo un ejemplo de educación que adoptarán en su vida como forma de afrontar los conflictos futuros. Si se trata de una empresa incluso puedes evitar su quiebra, teniendo en cuenta la saturación de los tribunales, lo que se puede complicar si se trata de una empresa familiar.
Habitualmente en los tribunales no se pone fin al conflicto, sino que lo reactivamos sin sacarle partido en sí mismo, porque tampoco el conflicto es un enemigo terrible, sino que tiene en sí mismo un potencial constructivo que no debe ser desaprovechado[1]. De hecho, en él está la solución, es cosa nuestra descubrirla, y el profesional de la mediación integradora (www.imediacionintegradora.com)tiene aún más herramientas a su alcance para ello. No obstante, ese objetivo no es lo que prima en el sistema judicial, y en éste, nuestro poder, lo perdemos, sin facilitarnos ningún tipo de respuesta, al menos la que necesitamos. No es cuestión tampoco de denostar el sistema, sólo de conferir a cada uno su sitio, y la mediación tiene su lugar en el mismo. La convivencia institucional entre mediadores y operadores jurídicos es una realidad, un encaje de piezas al que debemos acostumbrarnos y sobre todo ser consciente de ello, porque como decía Eric Hoffer: “En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñaran del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe”.
——————————————————————-Dra. María del Castillo Falcón Caro
[1] Vid. AHUMADA RECALDE, Luis Eduardo, “El ADN de la mediación institucional un nuevo camino para resolver conflictos”, Argentina, p. 1.
Sigue siendo necesario el título universitario para estudiar mediación?
Muchas gracias
Buenas tardes Rosa, el curso que imparte el IMI, Instituto de Mediación Integradora contempla la formación específica requerida legalmente para ejercer la mediación, al estar homologado por el Ministerio de Justicia a través de Tenomediación HOC S.L. Si decide hacerse un profesional mediador debe estar en posesión de título oficial universitario o de formación profesional superior conforme las condiciones previstas en el art. 11.2 de la Ley 5/12 de mediación en asuntos civiles y mercantiles.
Espero haber resuelto sus dudas,
Un saludo,
María
Hola Rosa, no es necesario ningún título para estudiar mediación, pero sí que para ejercer como profesional de la mediación la Ley 5/12 y el R.D que la desarrolla determinan que es necesario al menos tener formación profesional superior. Un abrazo.