Es frecuente que en algún momento nos hayamos inquietado al darnos cuenta de todos los cambios sociales emergentes. La estructura socio-económica, así como la socio-jurídica se mueve al igual que las hojas de un árbol ante un vendaval, intentando sostenerse a la vez que adaptarse a los vapuleos, unos más fuertes que otros, pero todos incesantes.
Existen tres escuelas tradicionales o formas de proceder en mediación (transformativa, circular-narrativa y la de Harvard), que son como las vías del tren por donde pasa el vagón de la mediación. Ahora bien, son escuelas que requieren una reformulación o adaptación a los tiempos actuales, o la contemplación de nuevas escuelas como la Integradora que acoge en su seno la aplicación de nuevas herramientas.
La mediación preventiva integradora, como método de hacer mediación, procura que no nos olvidemos de las necesidades y el bienestar de cada persona, ya sea dentro de una organización empresarial, familiar o cualquier equipo de trabajo, con el objetivo común de que ésta permanezca y evolucione, como sistema, de forma saludable y adaptativa, sabiendo cómo afrontar los conflictos desde el reconocimiento de los mismos, dentro de la propia estructura organizacional.
El método integrador no se aplica sólo para prevenir los conflictos, sino también para gestionarlos. Este método de mediación se centra en la persona como parte de un sistema, de ahí que el coaching sistémico sea una de sus herramientas. Y no sorprende que la programación neurolingüística (PNL) sea la otra herramienta, pues sólo bastaría cambiar lo parámetros de pensamiento que han llevado al conflicto, ampliando las posibilidades de solución, para que por sí mismo se diluya. Tal como decía Albert Einstein: “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”.
Se trata de aprovechar todos los recursos actuales de los que nos proveen las últimas investigaciones en mediación, pues para cualquier sistema organizacional la mediación supone un elemento muy beneficioso para actuar tanto en las relaciones internas como en las externas, como una marca propia de actuación y una actitud a la hora de afrontar los conflictos. Además conlleva una reducción importante del coste, —tanto en tiempo como en dinero— que supone dirimir cualquier tipo de controversia. Y más enriquecedor resulta si a ello le añadimos la aplicación de recursos actuales que son capaces de adaptarse a las necesidades de la evolución que sufren los propios sistemas organizacionales.
Integremos mediación, cambiemos antes de que tengamos que hacerlo.
Dra. María del Castillo Falcón Caro