¿Divorcio vs Amor?

Efectivamente, el amor muchas veces fracasa, es cuestión de dos construirlo, y por tanto, sólo basta uno para destruirlo y eso tiene que ver mucho con la voluntad, además de los sentimientos, de la evolución de cada cual, de las circunstancias…

«Mucha gente vive arrancada de sí misma, conectada sólo con lo que piensa y sin idea de lo que realmente siente… Para amar es imprescindible atreverse a mirar hacia dentro… Si no me muestro, nadie puede amarme… Es gracioso escuchar a los que abandonaba su estado pasional y creen que el otro ha cambiado, que ya no es el mismo, cuando en realidad sólo ha cambiado los ojos con los que miran… Uno descubre las diferencias y éstas desembocan en confrontación… El enamoramiento es una locura gratuita y casi inevitable…El amor, en cambio, es un producto cuerdo y costoso…» (del libro «Amarse con los ojos abiertos» (Bucay / Salinas).

La cuestión es «darse cuenta», siempre es cuestión de la consciencia y el entendimiento de lo que nos pasa en esos instantes que son cruciales en nuestra vida. Si nos diéramos cuenta que cuando nos desenamoramos no es más que «ver» de verdad a esa persona, y que no es más que la evolución en una relación, y que si «vemos» de verdad a esa persona, y la aceptamos y creemos en ella es el verdadero amor, un amor incipiente pero con un potencial enorme porque lo ampara la confianza, la entrega mutua, el cuidado, la comprensión de la realidad del otro, el respeto y la aceptación. Por supuesto que es costoso de mantener, pero no por el otro, sino por nuestro propio ego, porque hay que saber superarlo a través de la entrega. Cuando ambos lo entienden así, es que ya se entienden, «se ven». Si alguno no lo «ve»  de esta manera, sólo es una historia maravillosa de pasión que nos conducirá a otra cosa, pero no es el verdadero amor. Y cuando se trata de un matrimonio demasiado rasgado por las circunstancias de cada día, pero aún existe ese amor, hay que luchar por ese matrimonio con curas de amor, de comprensión, de empatía, de escucha, de confianza, de esfuerzo… Las circunstancias se salvan, las tristezas son menos tristes entre dos, y las alegrías se multiplican compartiéndolas. Nadie dijo que fuera fácil mantener una familia, pero merece la pena cuando merece la pena. Y si no es así o no vemos las posibilidades, no es un fracaso, es sólo la vida y tenemos que respetarla y vivirla.

Las continuas caídas hace que a veces reneguemos de la existencia del verdadero amor, y nos hagamos más amigos de la soledad. Unas veces de la «soledad acompañada»,  esa que sólo significa permanecer en los brazos de la rutina vacía e hipócrita, es como tener por pareja a un sofá, por lo tranquila y cómoda,  o a veces sin ser tan cómoda porque tiene los muelles destrozados, que se clavan cada día o saltan cuando menos te lo esperas. Otras veces es sentir más la soledad por el hecho mismo de «estar» solo. En cualquiera de sus formas, esa estación es para visitarla, no para quedarse a vivir en ella. Hay que llevarse bien con la soledad, no tenerle miedo, sacar provecho de su existencia,  evolucionar y aprender gracias a ella. Estar solo sin sentirse así, e incluso sentirse lleno en soledad es retarle a que desaparezca para siempre. 

Hoy en día y más últimamente no paro de tener noticias de separaciones y divorcios, y no sólo por mi profesión, sino en mi círculo de amistades. «A veces el amor fracasa» como dice el Papa Francisco, y a veces no podemos evitarlo, simplemente es así. Para mí una familia es una unidad de convivencia con amor, confianza y ayuda mutua. Siempre fue mi sueño, y mi sueño se hizo realidad, y después se frustró y no lo pude evitar. Esa familia puede estar constituida por los miembros que así lo sientan, pero si no se siente, ¿qué se puede reprochar?, si ya el dolor mismo de no sentirlo es ya suficiente como para que además sea la persona juzgada y condenada por la sociedad.   ¿Qué sabe nadie de las circunstancias de mi mundo, sobre todo cuando se mezclan con las de otro mundo?. Nadie se casa pensando que se va a separar. Pero a veces resulta que el divorcio es lo mejor, es la decisión más valiente que se pueda tomar, y que además dignifica a la persona, porque pensándolo bien es una muestra de amor y respeto a la vida propia y a la de la otra persona, porque se dan la oportunidad de encontrar aquello que no tienen, o de experimentar aquello que necesitan para evolucionar, para seguir viviendo, no sobreviviendo. Mirándolo así, el divorcio no es un fracaso, sino una aceptación consciente, y ello supone  darle una oportunidad a la vida. ¿De qué sirve «estar sin estar», o aparentar una realidad inexistente,  vivir en un mundo hipócrita aportando excusas sin valor?.  Mantenerse firme viviendo sin vivir y educando a unos hijos en la hipocresía no es vivir, ni enseñarles a vivir y a amar. Cuando unos padres se rinden en su lucha, ésta es heredada por sus hijos, porque es lo que han vivido y conocen. No es lo mejor para los niños educarse en una burbuja de mentiras, donde creen que un matrimonio es cohabitar en la misma casa sin cariño, sin ver besos, ni caricias, porque muy probablemente cuando les toque elegir a su amor, se conformaran con lo que han visto, y actuaran también así,  y lo peor es que se darán cuenta que sus padres no fueron felices porque ellos tampoco lo son y les tocará luchar a ellos, lo que sus padres no hicieron… Es cuestión de luchar por la familia con todas las fuerzas y recursos que el amor nos puede ofrecer, por el matrimonio, en el que aún creo y respeto;  pero sólo cuando no existe más oportunidad de ello por lo vacía que se quedó esa lucha, hay que emprender una nueva por vivir y dejar vivir, y eso es amor y respeto, a uno mismo, y a la familia. Por tanto, el divorcio también tiene que ver con el amor, con la valentía, con la dignidad, y con la vida.

 

 

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