A mis 50

A mis 50

Hasta aquí llego sobre todo agradecida,  quizás por las tristes circunstancias últimamente vividas, con un sentido de la vida tan efímero como frágil.

Si bien dicen que la vida sólo hay que vivirla, ello no es tan fácil a veces, aunque mantener una actitud positiva se erige en la mejor opción para afrontarla, o la única válida.

A mis 50, la palabra “serenidad” se ha convertido en mi contraseña y su significado en mi rezo. Hablo de la serenidad que nos llena de “ganas” y coraje, de templanza y valor, la que nos desvela lo que realmente importa, distinguiéndolo  de aquello que nos sobra. También abrazo a la serenidad que nos susurra que todo está bien. Por eso ruego a la Vida:

Por la serenidad de la aceptación, que nada tiene que ver con el conformismo y tanto con la confianza y la humildad, que son las que salvan al ser humano de si mismo.

Ruego por la serenidad que reporta la responsabilidad, que nos libra de la exigente culpa.

Ruego por la serenidad que salpica la conciencia y la consciencia.

Ruego por la serenidad de la generosidad, de comprender que sólo se tiene lo que se da.

Ruego por la serenidad que ofrece el amor sin apegos y sin dolor.

Ruego por la serenidad y por la salud, por las ganas  y por el coraje.  Amén la Vida.

                                                                                                                    María

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